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02/01/2018
Una victoria sobre el olvido y el terror


Una pregunta fue la clave para la investigación que Miriam Lewin llevó adelante con el fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo que permitió que dos de los pilotos que arrojaron prisioneros al mar fueran condenados a cadena perpetua en el juicio ESMA III. El resultado es "Skyvan", un libro que puede leerse en clave de thriller, aunque mejor es leerlo como lo que es: un trabajo que permitió poner algo de luz sobre uno de los crímenes más horrendos del Terrorismo de Estado. 

Hace más de 20 años que se dedica al periodismo de investigación. Pero esta es la primera vez que a Miriam Lewin el tema de estudio le caló en la piel y en los huesos. La punta del ovillo hay que buscarla en 2007 cuando el fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo le preguntó en un bar porteño:¿Pensaste en buscar los aviones que llevaron a los prisioneros a los vuelos de la muerte? ¿Sabés dónde pueden estar? 

Lo que sobrevino fue una larga y cuidadosa investigación, que ahora es un libro fascinante -Skyvan-, pero que en 2010 tuvo forma de prueba y que sirvió este 27 de noviembre pasado para condenar a los pilotos Mario Arru y Alejandro D´agostino, durante el juicio Esma III.

“Con esa pregunta Giancarlo dio el puntapié inicial a una pequeña victoria sobre el olvido y el terror. Siempre me decía que veía que para mí esta investigación era algo más: que mi alegría, que mi decepción, que mi bronca, que mis miedos no tenían la misma intensidad que para él. El estaba muy comprometido con este trabajo, pero decía que lo mío era algo más visceral y yo creo que esto tiene que ver con la culpa del sobreviviente. Esa eterna pregunta de ¿por qué? ¿Por qué yo y no los otros? Y en este caso yo encontré no un porquésino un mínimo para qué”, dice la autora a la Haroldo.

Sobreviviente del centro clandestino Virrey Cevallos primero y de la ESMA después, su investigación sirvió como aporte para que dos de los pilotos asesinos de los aviones Skyvan pudieran ser condenados. “En esto también está implicado mi propio destino. Yo pude haber sido una pasajera de los vuelos de la muerte. Yo podría haber sido asesinada a los 20 años. Nada garantizaba mi supervivencia. De manera que esto tiene, para mí, una carga emocional profunda”. 

Skyvan (Ed. Sudamericana) se puede leer como un thriller, como una historia de dos amigos que pusieron el alma para poner algo de justicia o como el backstage de una de las investigaciones más reveladoras en torno a los vuelos de la muerte, con personajes memorables que luchan contra todas las formas del fascismo. Sin embargo, mejor es leerlo como lo que es: una investigación que permitió poner algo de luz sobre uno de los crímenes más horrendos del Terrorismo de Estado, el de la “solución final”, de los que ya había dado cuenta en 1995 Horacio Verbitsky en El Vuelo, donde el capitán de corbeta Adolfo Scilingo admitió por primera vez que los prisioneros de la ESMA fueron arrojados vivos al mar. 

El fiscal de la causa ESMA III, Abel Córdoba, definió a los vuelos de la muerte como “un plan criminal absolutamente descomunal”, para el que se dispusieron aeropuertos, camiones para traslado, pilotos, enfermeros que adormecían a los secuestrados antes de ser arrojados al agua. Era un medio que a los represores les aseguraba la impunidad: no había testigos. La víctima no vuelve para contar. La muerte ocurrió, pero finalmente lejos de los autores. Podría haber sido el crimen perfecto. Pero no lo fue.

“No, no lo fue. Hubo un montón de elementos que tienen que ver con el destino, por ejemplo que hubiera una sudestada que arrojara cinco cuerpos a las costas de General Lavalle. Esto casi nunca pasa, habían estudiado las corrientes marinas como para garantizar que los cuerpos nunca regresaran, pero en este caso hubo cinco cuerpos que regresaron. Cinco cuerpos (la monja Léonnie Duquet, las  Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco y la militante de Derechos Humanos Angela Auad, todas secuestradas de la Iglesia de la Santa Cruz), cuya autopsia fue hecha por un médico policial honesto que dijo que había marcas compatibles con caída de altura, y estos cuerpos fueron enterrados en tumbas individuales en el Cementerio de General Lavalle, lo que permitió que los antropólogos forenses las identificaran”, recuerda la periodista, coautora de Ese infierno. Conversaciones de cinco mujeres sobrevivientes de la ESMA, entre otros libros.

El libro relata cómo periodista y fotógrafo localizaron algunos de los aviones short Skyvan y Electra Lockheed L 188 desperdigados por el mundo y reconstruyen sus historias: uno estuvo a punto de convertirse en confitería, uno de los destinos más bizarros de estas naves de la muerte; otro se usa para filmar rallies; en otro -que localizaron en Ford Laudarle, Miami- encontraron las pruebas más contundentes: un periodista al que habían contratado para que los ayudara en la investigación descubrió las planillas con el registro de los vuelos. “Las del 76, las del 77, hasta el 82 inclusive. Tienen datos, fechas, destinos… incluso los nombres de los pilotos de cada trayecto”, le dijo Bruno por teléfono.

Y Miriam Lewin enmudeció al otro lado de la línea. 

Nota completa en: http://revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=268#.WkaGyBajgCY.whatsapp