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25/11/2016
Gabriela Saidon: “El miedo es lo más concreto que nos dejó la última dictadura”
Periodista y licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, es la autora de la novela “Memorias de una chica normal (tirando a rockera)”

Periodista y licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, es la autora de la novela “Memorias de una chica normal (tirando a rockera)” que se presentará junto a los libros “Todos éramos hijos” (María Rosa Lojo) y “Las olas del mundo” (Alejandra Laurencich) este viernes 2 de diciembre, a las 11.00hs, en el Espacio Memoria (Avenida del Libertador 8151, ex ESMA)

“Memorias de una chica normal (tirando a rockera)” tiene como protagonistas a tres adolescentes que se conocen desde la infancia y tejen un triángulo amoroso que tiene como telón de fondo la última dictadura y, como banda de sonido, el rock. “Mi novela habla del miedo y de cómo ese miedo nos condicionó, nos formateó”, asegura Saidon.

 

¿Qué la llevó a escribir sobre los años setenta?

Cuando entré en la facultad, ya estaba la dictadura y la represión que existía en esos tiempos fue realmente horrible. Sin embargo, la cosa represiva de afuera, me llevó a preguntarme de qué modo esa represión externa iba generando la represión por dentro. Y me pegó mucho por el lado de la escritura, porque por muchos años no escribí nada. Después retomé los cuentos, pero me costó mucho publicar, recién a los 40 años pude hacerlo. Yo siempre vuelvo a los setenta. Tengo una obsesión con esa época, es una herida que creo que nunca va a cerrar.  Mi primer libro, “Qué nos pasó a todos nosotros”, no tiene que ver necesariamente con la dictadura, trata sobre la crisis de 2001 en el seno de un grupo de amigos, especialmente dentro de una pareja. Y la escribí en el rol de un hombre, que de por sí fue todo un desafío. En esa misma época yo venía investigando sobre la vida de Norma Arrostito, porque quería escribir sobre una mujer. Mi interés surgió a partir de una foto de Arrostito que había recorrido las redacciones de varios medios y que, además, era una foto fraguada de su muerte. Ahí empecé a investigar sobre ella; y eso, te diría, me cambió la vida. Comencé a vincularme con militantes de los setenta, pero encontraba muchas trabas para llevar adelante mi investigación. Era por 1999 y poca gente quería hablar, no sólo dentro de sus familiares cercanos. Creo que hoy lo sería menos.

¿Cómo cree que la dictadura afectó a su generación?

A medida que avanzaba con el libro sobre Norma Arrostito, pensaba que todo es muy claro en términos del vínculo de la generación del setenta con la dictadura, es complejo pero claro. Pero me pregunté qué fue lo que pasó con nosotros que éramos más jóvenes y no militábamos. ¿Cómo nos había afectado? Comencé a trabajar sobre mi adolescencia en los años 70 con una ficción que al principio era menos ficción. Y volvió a aparecer el miedo. El miedo era una constante, todo me daba miedo. El miedo es lo más concreto que nos dejó la última dictadura. De adolescentes, el miedo a salir, el miedo de nuestros padres de que nos pasara algo. También mi generación tiene una especie de culpa generacional. Como si los que más derecho tienen a quejarse fueran los damnificados físicamente, los familiares, los hijos, los nietos… Probablemente todos tenemos algo que reclamar sobre lo que nos pasó, sobre ese miedo con el que crecimos. Igualmente para mí, durante la adolescencia, la cosa importante era el rock.

¿Por qué ocupaba ese papel el rock nacional?

Esta novela me llevó mucho tiempo. La comencé cuando terminé la biografía de Arrostito. Empecé con fragmentos que tenía, unos mosaicos de anécdotas, los cuales casi todos tenían que ver con el rock y los recitales. El rock fue para muchos de nosotros un refugio. El rock nos marcó, era el lugar donde te liberabas. Todo esto se mezcla también con la sexualidad en aquella época y en ese ambiente y con gente supuestamente súper liberada. Dentro de la militancia esto probablemente fue diferente, creo yo que había más bajada de línea en cuanto al comportamiento sexual. Por otro lado, yo me había criado en un contexto bastante liberal en ese sentido. Iba a la Escuela del Sol y vivía en un ambiente de psicoanalistas y artistas. Entonces, entre la represión de las dictaduras y la liberación de ese entorno yo quedé como en el medio, pero en un medio raro. Igualmente ese medio raro me sirvió, porque fue como un caldo de cultivo para las ficciones y de algún modo me permitió liberarme a través de la escritura. Como generación, creo no pudimos estar al margen de lo que sucedía en ese momento, ni de la represión que existía y no se sale muy bien de todo eso. Aquí el rock fue muy importante y significó muchísimo para mi generación. 

¿Qué expectativas despierta presentar su novela en el Espacio Memoria junto a las novelas de Alejandra Laurencich y María Rosa Lojo? 

Cuando salió mi libro, Alejandra me comentó que estaba escribiendo sobre lo mismo. Luego María Rosa publicó el suyo y me dije: “Algo pasa aquí”. Las tres tocamos este tema de la dictadura, la adolescencia y que pasó con los sectores que no necesariamente se comprometieron políticamente. Pensé que no era casual, las tres nos preguntamos algo similar, las tres somos mujeres y las tres de, algún modo, nos metemos como de costado en esa época. La ex ESMA es un lugar particular para mí. Cuando nos planteamos hacerlo ahí, me generó un “cortocircuito”. Pensaba que estábamos yendo a un lugar emblemático de la memoria sagrada de los setenta, ¿para ir y decir qué? Alejandra me contestó que, de alguna manera, es un espacio muy bueno para generar un debate. Quizás es un lugar para seguir interpelando, somos tres escritoras a las cuales la dictadura efectivamente nos atravesó cuando éramos adolescentes. Yo me peleo con los discursos que congelan la memoria en un solo discurso o con los memoriales. Este lugar produce inquietudes, es interpelador e invita a decir lo que uno piensa. Pienso que podemos dar otra mirada, un aporte, este tipo de encuentros seguramente enriquece la memoria. De algún modo el tema que nos convoca a las tres es que durante la dictadura hubo otros sectores dañados, que no sólo son los desaparecidos o los militantes, o la generación que nos precede. Hay muchas capas y dimensiones en la memoria. Ir a lo que fue un campo de concentración, a mis abuelos los mataron en Auschwitz,  para mí tiene una carga adicional y para un montón de gente lo tiene también. Ir a la ex ESMA es ponerse a reflexionar sobre el terror. Así que esta convocatoria es vencer una barrera para mí, es vencer el miedo. Mi novela habla del miedo y de cómo ese miedo nos condicionó, nos formateó.

Entrevista: María Freier / Agencia Télam en el Espacio Memoria

Nota extraída de: http://espaciomemoria.ar/opinion.php?op_ID=123&barra=opinion&titulo=opinion